Encuentro con la Luz

Encuentro con la Luz
Cuadro de Lucerlia Saavedra
Caracas, Venezuela
Comunicador Social, Locutor, Especialista en Dinámica de Grupos egresado de la UCV (Universidad Central de Venezuela) Músico, Artista de Artes Escénicas. faroalejandrino@gmail.com

martes, 22 de marzo de 2011

Cuadro de Lucerlia Saavedra


Otilio en sus canciones

Ángel Freites


Las canciones de Otilo Galíndez son espejos que lo reflejan, lo proyectan desde su canto al mundo entero. Sus temas lo retratan, lo dibujan, lo inmortalizan, a través de ellos es posible leer páginas de su vida en ritmo de valses, danzas, tonadas, canciones de cuna, merengues, aguinaldos, parrandas, joropos y danzones.  En nuestros corazones y memorias están sus notas y poesías en capítulos que abren puertas y ventanas en el imaginario del pueblo venezolano. Ahora, Flor de mayo, Mi tripón, Caramba, Candelaria, En silencio, Sin tu mirada, La Restinga, Luna decembrina, Poncho andino, Dime si es Pascua y muy simbólicamente, Pueblos tristes por lo que su partida de esta tierra ha dejado en quienes tanto lo quisimos y admiramos.

Ahora

“Ahora que el invierno se prende las hojas. Ahora que amanecen charquitos en el patio. Ahora que los caños rebosan de agua clara. Mirá el conuco verde, oí los turupiales”. Cuantas veces Otilio, aquel carricito que vio el mundo desde Yaritagua, saboreó con todos sus sentidos los matices de la naturaleza, los contrastes.  Hay que ver el protagonismo que puede tener el agua cuando aparece por vez primera después de una larga sequía. Imaginamos a Felicia y Santiago, sus padres, tomándolo de la mano, él por la izquierda y ella por la derecha, tal vez jugando con en aquellos parajes. Y luego de grande deja destellos orientadores. “Vaya, paisano, dígale que canto sólo, que ya rompí con el silencio del verano…” Y vaya que Otilio supo romper con la ausencia cantándole a lo más preciados del venezolano. Cuentan que los padres de Otilio estimularon en todo momento su sensibilidad por la naturaleza, por la música y la poesía. Tuvo estos regalos desde la cuna. Felicia emocionada dijo una vez que en Otilio el caminar y el canto surgieron en paralelo. Ese amor por la música nunca desapareció en el hogar de Otilio. Jamás olvidaremos la forma amorosa con la que se refería a su madre. Aún ancianita, contaba Otilio, seguía el compás de la música tamborileando con sus dedos.


Flor de mayo

Presente la madre naturaleza en tantos de sus versos toma el mes de mayo como ícono en forma de tonada de los tiempos de tonalidades verdes, de flores, de seres vivos que juguetean en esa escena. “Mañana que vas llegando rayito de sol que siento. Llévame por la sabana, llévame sabana adentro. Flor de mayo, flor de mayo, flor de mayo, no eres tan brava como mariposa…”


Duerme, mi tripón

Quizá ese pequeño en el que quiso sembrar esperanza y despertar, más que dormir o cantar una nana, no es otro que el mismo Otilo con ese niño que nunca perdió. No era posible tanta sensibilidad para ver lo que otros no miran, para sacar como mago frases de un sombrero con música y todo para, como decían los antiguos, decir mejor el texto.”Duerme mi tripón vamos a engañar la lechuza y engañar el coco que ya no asusta. Duerme, mi tripón. Que mañana el sol brillará en tu cuna y te contará como fue que un día perdió la luna. Y más adelante le advierte a ese tripón que la luz del alba le abrirá los ojos y le “enseñará ríos y caminos y la montaña”. Tal vez fue a ese mismo niño que aprendió a cantar antes de hablar a quien premió el jurado en el año 2001 con el máximo galardón de la música en Venezuela. Por primera vez el Estado Venezolano ofreció el Premio Nacional de Música Popular  al creador de uno de los más sencillos y profundos legados de nuestra música.


Caramba

El amor triste fue uno de los grandes temas de Otilio con “aromas de caña fresca y amargo de mandarina”. Como buen latinoamericano siente muy de cerca ese juego dulce y fuerte como el guarapo de los amores no correspondidos, las rupturas y los anhelos. Sabrá Dios a quien le habrá dicho “Caramba, mi amor, caramba, lo bello que hubiera sido si tanto como te quise así me hubieras querido. Caramba, mi amor caramba pasaré el invierno triste mirando caer la lluvia que tantas cosas me dice…” Y no escapa Candelaria la joven que iba a comprar helados a aquel expendio en donde Otilio vendía con un amigo helados y perros calientes con salsa alemana en los Jardines del Valle y que tantos fines de semana quedó a ratos desatendido porque siendo muchachos debían correr a los brazos de sus novias. El mismo Otilio le contó a la periodista Marichina García en una entrevista especial que le hizo para la televisión, que Candelaria no era igual que las otras mozas que coqueteaban para les sirvieran un helado con una ración más resuelta.

Algo habrá visto Otilio en esos ojos y por eso le dedicó una canción con tonos sonrojados.  “No me mires, Candelaria, que la cara se me pone cual purpúrea granadina toda llena de rubor” “…porque abrazan de amor, Candelaria, y tornan mi cara color de rubí”.
En un tema que más que valse parece bolero, aparece de nuevo la posibilidad de perder lo que tanto se ama y surge ese elemento tan importante en la música y en su vida: el silencio. Es así como lleno de filosofía expresa: “Nada más te pido si el adiós llegara. Nada más te pido cuando ya no sientas la emoción de un beso no decir palabras y si viertes llanto lo hagas en silencio y en silencio partas imitando al río que bañó tu cuerpo y jamás retorna a bañar tu piel y como el aroma de la flor primera que nos trajo el viento y hacia el viento fue”. Y en ese mismo son de despecho escribe a alguna otra damisela: “Quedar sin tu mirada vespertina será morir un poco cada día…” “porque tan breve fuiste mariposa que apenas un poquito de tu vuelo le dio de su amarillo a mi paisaje.


Dime si es Pascua

Jamás dejaremos de agradecerle a Otilio Galíndez tantos hermosos regalos. Nunca podremos olvidar los pentagramas dedicados a la tradición navideña. Quizá este gusto por la navidad que venía sembrado desde la casa, tomó forma e impulso en una causalidad feliz: el tránsito de Otilo por la Universidad Central de Venezuela a partir de los años cincuenta y su compartir con maestros como Antonio Estévez, Modesta Bor, Antonio Lauro e Inocente Carreño. Curioso pensar que su primera composición fue un aguinaldo parrandero La Restinga. En navidad con el nacimiento del niño jesús nace también un compositor que tanto daría que hablar en el futuro, cuyas canciones llegaron a ser interpretadas por cantantes como Mercedes Sosa, Pablo Milanes, Silvio Rodríguez y por nuestros intérpretes Lilia Vera, Morella Muñoz, Jesús Sevillano, Cecilia Todd, Esperanza Márquez, El Cuarteto y el Orfeón Universitario. Desde entonces no ha habido navidad sin “Luna Decembrina”, “Poncho Andino”. Otilio nos deja versos que recuerdan que no debemos olvidar la navidad en su justa dimensión más allá de toda cursilería, consumismo o frivolidad. “Pascua donde no se nombra el Mesías, dime si es pascua, José y si no le cantan al niño Jesús, dime si es Pascua, preciosa María. Allá va la mula, allá va la mula. Allá va la mula llorando el olvido. Allá va la estrella llorando también”.

Pueblos Tristes

Es precisamente esa canción la que ilustra el sentimiento de este pueblo de creadores ante su partida de quien es el cantor de nuestros pueblos tristes y olvidados. Nos preguntamos “que dicen campanas de la capilla en sus notas que tristes parecen quejas”. “Y esa luna que amanece alumbrando pueblos tristes, qué de historias que de penas, qué de lágrimas me dice”.




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